La cuestión del liderazgo es algo que me ha interesado mucho a lo largo de mi carrera. Me ha tocado crear y/o dirigir algunos equipos de profesionales técnicos y mi desconocimiento del tema, cuando empecé, era absoluta. Tampoco es que ahora sepa mucho más, aunque tras algún seminario que otro sobre liderazgo algo se me ha quedado, pero si algo he aprendido es que cuando se trata de personas las recetas mágicas no existen.
Durante mi búsqueda me he topado con más de un libro y seminario con títulos como las «xx recetas infalibles del líderzago» o «los yy pasos del éxito absoluto» que prometen resultados instantáneos e inmediatos, sin tener en cuenta que el verdadero liderazgo no se sustenta en actos aislados, sino que se sustenta en principios que el líder debe tener interiorizados y que debe sustanciar a lo largo de toda sus actividades.
Porque un líder es alguien que impulsa a seguir adelante, a superarse a ti mismo, y esto es algo que sólo se consigue o con la amenaza de «Siberia» o con el impulso de alguien auténtico, alguien en quien se confía y a quien seguir.
Por ello, competencias más tradicionales, como la tolerancia a la presión o la capacidad de mando deben estar unidos a otras como la equidad, el respeto, el ejemplo, el servicio, la delegación o la confianza. El líder no solo ha de ser capaz de mandar, sino también de motivar, de apoyar, de enseñar y de aprender y, sobre todo, de reconocer sus limitaciones y sus errores.
Además, la aplicación de estos principios tampoco se rigen por ningún sistema estándar, sino que la aplicación concreta, la receta particular, dependerá del momento, de la cultura empresarial y social, de la madurez de los miembros, del objetivo concreto, de los valores del propio líder, etc. Liderar es vivir y vivir es adaptabilidad y, aunque es necesario tener bien claro el objetivo, también es cierto que si bien la línea recta es el camino más corto sobre un plano, no siempre es el más adecuado en el mundo real.
En cualquier caso, conviene recordar que vivir estos principios no te garantizan el éxito siempre, pero no vivirlos te garantizará el fracaso.
Este es mi concepto del liderazgo y otro día os hablaré de mi lista de principios, pero ¿cómo es tu líder ideal? Dinoslo en los comentarios.
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Estoy muy de acuerdo con lo que dices. Es inaudito que las personas que tendrían que ser líderes natos por la responsabilidad que deben sostener, me refiero a los dirigentes polìticos de máximo rango, a menudo sean seres anodinos, incapaces de entusiasmar a nadie, grises, sosos, incluso incultos, sin carisma, sin capacidad de improvisación, lo opuesto a la espontaneidad… Es un triste reflejo de la sociedad que somos, donde la mediocridad abunda en cargos de responsabilidad. Donde el ordeno y mando es el pan nuestro de cada día en las empresas jerarquizadas. Nunca he entendido por qué un empresario utiliza la política del miedo, de la amenaza constante, con sus trabajadores, en lugar de procurar que se sientan valorados, útiles, que están contribuyendo al crecimiento de la organización para la que trabajan y, por tanto, se la hagan suya, sintiendo los éxitos y fracasos como propios.
Muy buen artículo, una vez más, David. Un abrazo!
Hola Benjamín, muchas gracias por tu aportación.
Esto que comentas es la parte menos amable del «gran sueño americano o europeo» donde cualquiera con una idea y ganas puede ir adelante. Para ello hacen falta inteligencia e intrepidez, el problema es que no siempre van unidas y se suple la falta de inteligencia con improvisación, arrogancia o astucia y el resultado, como muy bien observas, no es el mismo.
Saludos