He pasado unos días entre dos pueblos de Galicia en los que no existe una línea ADSL y donde para encontrar cobertura 3G te tienes que pasear, móvil en alto, cual sosias de la estatua de la libertad. Es el sitio ideal para que alguien que trabaja en Social Media desconecte totalmente y pueda hacer un reset mental como si de una reinstalación limpia de windows se tratase.
Me fui con la intención de leer mucho y preparar ideas para nuevos artículos, pero lo cierto es que cambié mis cuatro ordenadores y mi tablet por unas vacas, unos cuantos perros y gatos, algún burro, gallinas y moscas, muchas moscas (por cierto, ya no se puede decir de mi «ese no mata ni una mosca») y me olvidé de leer y de buscar ideas lo que me hizo sentir un tanto culpable.
Sin embargo, a la vuelta me encontré con este interesante artículo de Sonia Viéitez titulado Dormir y afilar el hacha que me ayudó a poner las cosas en una perspectiva más adecuada, y es que no se trata de producir mucho sino de ser muy productivo, y si no que le pregunten a ese pobre becario que falleció tras trabajar 72 horas seguidas.
Ciertamente, yo mismo he tenido períodos en mi vida en la que he trabajado muchas horas seguidas (en montaje de instalaciones especiales), pero lo primero que aprendes es que pretender estar siempre al mismo nivel es, sencillamente, imposible. Cuantas más horas seguidas trabajas, menor es tu rendimiento y mayores las posibilidades de cometer errores que comprometan equipos y vidas y, por ello, cuanta más trabajo tienes más importante se hace alejarte un poco y descansar (ver La paradoja del retrovisor).
Como indicaba en el comentario que dejé en el artículo de Sonia Viéitez, en mi estancia en estos pueblos de Galicia me he dado cuenta de que allí la vida se sigue «cocinando» a fuego lento, en contraste con nuestra cultura urbanita de platos precocinados y cocina de microondas. Queremos recetas instantáneas, rápidas, para cada problema y no tener que pensar mucho, y nos olvidamos de que así puede que «engordemos» pero lo que es seguro es que no «crecemos«.
Por tanto, cuanta más presión tengamos por producir productos, artículos para un blog, tuits, entradas en Facebook o Linkedin o generar ideas geniales para la próxima campaña de nuestro cliente, más necesario se hace aprender a desconectar y descansar. Puede que no produzcas nada en ese tiempo pero, cuando termine, tu hacha estará preparada para cortar lo que se ponga por delante con mucha mayor eficacia y serás mucho más productivo.
¿Sueles desconectar? ¿Cuál es tu método?
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Tienes toda la razón David. La productividad personal no es para producir más, como cree mucha gente, sino para producir con más calidad. Es decir centrarnos en lo que nos hace avanzar, tener la perspectiva clara y seguir un camino establecido.
Como señala Stephen Covey en su libro «los 7 habitos de la gente altamente efectiva» el último hábito el de afilar la sierra es fundamental para mejorar nuestra productividad.
El vigilar y hacer un buen descanso con su correspondiente desconesión me parace una interpretación muy acertada. Es necesario parar y resetear nuestra mente para que podamos rendir con más calidad.
Saludos.
Hola José Ignacio, muchas gracias por tu aportación.
Suele ser un error demasiado común confundir mejora de la productividad con incremento de la producción de cualquier manera. Si se trabaja con una tasa de rechazo del 15% y se logra bajar al 5% se habrá ganado ese 10% para ventas sin haber tenido que producir ni un solo ítem más o puedes vender lo mismo fabricando menos ítems totales. También, si cambias un equipo obsoleto por otro un 30% más productivo puedes producir más en el mismo tiempo, o puedes reducir los tiempos de fabricación, el número de horas necesarias y el consumo de energía con el consiguiente ahorro de costes.
No es meter más horas, es tener las herramientas adecuadas para poder producir más con el mismo esfuerzo o poder ahorrar esfuerzo produciendo lo mismo (y probablemente con mejor calidad).
Saludos
Para mí, lo mejor ha sido siempre la soledad del corredor de fondo (o ciclista de medio fondo). Pero sin auriculares ni nada, solo mis pensamientos fluyendo libres al ritmo de mi respiración.
A mi me encanta salir a pasear al monte y escuchar el sonido del viento en una tarde gris de las que tenemos por el norte, aunque ahora, por una lesión de rodilla, me han «prohibido» las cuestas muy empinadas.
Saludos