En un mundo en el que el conocimiento era un bien escaso y caro quien lo tuviera tenía el poder en sus manos. Sin embargo, la universalización del acceso al conocimiento gracias a Internet ha puesto de relieve dos problemas: uno, que sigue habiendo personas indispensables y, dos, si el negocio ya no está en controlar el acceso al conocimiento, ¿dónde está ahora el negocio?
Gestión del Conocimiento
Durante muchos años, la dificultad del acceso al conocimiento propició la aparición, en todas las organizaciones, de una casta especial de personas que acumulaban para sí todo el saber esencial para la organización, lo que les convertía en personas insustituibles.
Posteriormente se aprendió que para evitar caer en manos de estas personas se hacía necesario una adecuada gestión del conocimiento dentro de las organizaciones que asegurase que todo el bagaje de conocimiento acumulado por la organización corriese de forma libre dentro de la misma de forma que nadie fuese indispensable para la buena marcha de la empresa.
Finalmente, llegamos a la sociedad 2.0, la sociedad del conocimiento. La información no solo corre dentro de las organizaciones, sino que llega a correr libremente por la web. Ahora el conocimiento está al alcance de todos y, sin embargo, sigue habiendo personas esenciales en todas las organizaciones. Por ejemplo, todos los equipos de F1 tienen acceso a túneles de viento, a todo el conocimiento que existe sobre aerodinamismo, equipos de investigación, universidades, etc. Y sin embargo, todo el mundo suspira por Adrian Newey. ¿Por qué?
Gestión del Talento
Porque Adrian Newey, y su equipo, no solo tienen conocimiento, sino que tienen algo mucho más importante: tienen talento. Han desarrollado la capacidad de encontrar nuevas relaciones o desarrollar nuevos enfoques partiendo de un conocimiento común.
Y es que el conocimiento te garantiza la permanencia del estatus, pero no la evolución, así poseer el dominio de un proceso nos permite controlar los acontecimientos, pero si lo que queremos es evolucionar entonces lo que necesitamos es talento.
Y ahí es, precisamente, donde se encuentra el negocio, en la gestión y aplicación de ese talento. El conocimiento ya no vende, lo que vende es lo que eres capaz de hacer con él, y para ello debemos volver nuestra mirada hacia atrás en el tiempo.
Y no solo para referirme a la charla que impartió Dolors Reig en la entrega de premios Buber Sariak en Vitoria, y a la que tuve el placer de asistir, sino porque en un punto de la charla comentó que una de las tendencias para 2014 era la del profesional multifuncional. No el clásico chapucillas, sino alguien que, además de una gran especialización en un tema concreto, cuenta con una amplia y profunda formación en temas transversales.
Y es que con el conocimiento corriendo a raudales por la red, con la formación accesible a través de los MOOCs, la mejor forma de desarrollar ese talento es fijarnos en los grandes genios renacentistas, esas personas que ampliaban sus conocimientos en diversos campos del saber lo que les permitían enfrentar los problemas con un enfoque más holístico que el de un mero especialista en algo, y encontrar, de esta manera, nuevos caminos y nuevas soluciones.
Porque, al fin y al cabo, el talento consiste precisamente en eso, en encontrar mejores soluciones con los mismos elementos.
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Foto por Pickdrops en Flickr (CC)
Me gusta ese planteamiento, porque tengo la impresión que ya desde hace algunos años lo que se fomenta es no ya la especialización sino la superespecialización, de forma que hay expertos de un montón de cosas diferentes, pero con poca capacidad para salir de su nicho. Es verdad que si miramos algunas ofertas de empleo parece que busquen al DaVinci del siglo XXI, pero por pedir que no quede… Creo que sería muy sano para la sociedad en general que se fomentase la interdisciplinariedad de una forma coherente (que ya se sabe que quien mucho abarca poco aprieta), porque en mi opinión la superespecialización sólo conduce a la robotización y, consiguientemente, a la deshumanización. Necesitamos mucha más humanidad y humanismo, dejar que los sentimientos formen parte también de la esfera profesional.
Un abrazo!